martes, 20 de noviembre de 2007

Mandarinas y satsumas

Mandarinas y satsumas


A las mandarinas y las satsumas se las clasifica como Cilrus nobilis. Hay mandarinas de color más intenso que otras y el nombre de satsuma es el que se aplicó a una variedad especial de las mismas. La terminología se ha complicado hoy día y ambos nombres suelen aplicarse a todo el grupo. Los frutos suelen ser de menor tamaño que las naranjas, la piel es más suelta y los gajos se separan con gran facilidad. Su ventaja es que los árboles son más pequeños y más resistentes que los naranjos y, por consiguiente, más adecua­dos para huertos pequeños, terrazas y patios. Se cultivan igual que los naranjos aunque debe tenerse en cuenta que la mayoría de las variedades no son tan productivas como los naranjos dulces.


Kumquat


Un árbol de kumquat resulta algo muy atractivo, en especial en un huerto pequeño, aunque se los cultiva también en terrados, patios y cubetas. Los kumquats pertenecen al género Fortunellas, pero están tan emparentados con el Citrus que son posibles los cruces entre ambos. El aspecto de sus frutos es el mismo que una naranja pequeña. Rara vez miden más de 4 cm de diámetro pero son muy jugosos y de excelente sabor; la piel es sabrosa y resulta excelente para mermeladas y fruta escarchada. Los árboles de kumquat son muy decorativos y rara vez tienen más de 3 ó 3.5 m de alto, con la ventaja adicional de que son más resistentes que ninguna otra espe­cie de cítrico (en especial si están injertados en patrón "Trifolia­do"). Se los cultiva exactamente del mismo modo que los naranjos.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Naranja

Naranja


Lo que la manzana es para las regiones templadas, lo es la naranja para las subtropicales. El naranjo da gran cantidad de un fruto delicioso, que se conserva bien y tiene la enorme ventaja de que se lo puede dejar colgado del árbol durante un periodo de hasta seis meses. Es una fuente rica y segura de vitamina C. En climas tem­plados los naranjos deben cultivarse bajo cristal. Se los cultiva también en tinas que se llevan al interior durante el invierno, aunque su producción es entonces bastante baja.


Suelo y clima:

Los naranjos resisten heladas invernales de hasta —7 °C, pero las temperaturas inferiores a los —4 °C dañan a los frutos y a los bro­tes jóvenes. Prefieren terrenos ligeros; lo ideal es la tierra franca arenosa: la arcilla pesada no resulta conveniente. Es necesario que el suelo esté bien drenado pues no crecen en lugares en donde el nivel de las aguas sea elevado. Les conviene mejor un suelo ligera­mente ácido: toleran un pH comprendido entre 5 y 7, aunque pre­fieren que sea alrededor de 6.


Tratamiento del suelo:

Hay que comprobar si el lugar está bien drenado. Es necesaria una cava profunda e incorporar al terreno material fosfórico y potasa. El fosfato mineral, el polvo de granito, las cenizas de madera, el compost o el estiércol de corral constituyen una buena reserva para las raíces en tiempos futuros.

Multiplicación:

Casi todos los naranjos están injertados en patrones, ya que las variedades de mejor fruto no son las más resistentes y vigorosas. Lo mejor es comprarlos ya injertados pues se trata de una opera­ción delicada. Al comprar los árboles habrá que tomar nota de qué tipo de patrones se trata, pues influyen sobre el tipo de fruto que el árbol producirá. Se indican a continuación los más co­munes:


"Trifoliado": Es el mejor para la mayoría de los huertos. Es muy resistente, soporta el frío mejor que la mayor parte de las demás variedades y es un patrón enano.

"Cleopatra": es el patrón más idóneo para las mandarinas y las naranjas pequeñas.

"Rough lemon": Este patrón prefiere suelos arenosos. Produce fru­tos tempranos pero los árboles tienen una vida bastante corta. "Naraiya dulce": Bueno en terrenos drenados carece de utilidad en arcilla, en donde sufre del mal de pie o podredumbre de la base. Produce pequeños frutos muy jugosos.

"Naraiya amarga": Aunque parezca extraño, este patrón es bueno para naranjas dulces porque es fuerte y resistente a las enfermeda­des.


Existe una gran variedad disponible de patrones. Son en lineas generales las de naranjas dulces, para consumo en fresco, o amar­gas, para la preparación de mermeladas. Las variedades dulces más comunes son "Jaffa", grande y jugosa, "Valencia", buena para el consumo y de temporada de fructificación prolongada, y "Washington Navel", que es la más adecuada para los climas calu­rosos parecidos al del sudoeste de los Estados Unidos.


Los naranjos se plantan en la misma época del año que los man­zanos. Los buenos viveros sirven los ejemplares con las raíces envueltas en saco y con tierra entre ellas. Hay que plantarlos con sumo cuidado para no quitar la tierra que rodea las raíces. Se las coloca envueltas dentro del hoyo; se echa algo de tierra alrede­dor del cepellón y se desenvuelven a continuación cuidadosamente.


Cada árbol debe estar separado de su vecino 7.6 m y si está injer­tado en un patrón enano, como por ejemplo el "Trifoliado", 6 m. Hay que regar en abundancia después de plantar y mantener un riego apropiado durante dos semanas. Después, se sigue regando con regularidad una vez a la semana más o menos, según el tipo de suelo.


Con los naranjos y otros cítricos es posible utilizar una modifi­cación del método del bancal profundo. Se cava un circulo alrede­dor de cada árbol cuyo diámetro sea igual a la envergadura que se espere para las ramas del ejemplar cuando sea adulto. Se mantiene ese círculo elevado, se acolcha con generosidad y no se pisa en­cima.


Cuidados durante el crecimiento:

En las regiones de precipitaciones abundantes a veces es necesario regar en las épocas secas durante los tres primeros años; después ya no hace falta, salvo en caso de extrema sequía. En las regiones secas, en donde escasean las lluvias, hay que regar generosamente los árboles cada dos o tres semanas, echando 90-1401 por cada ejemplar. Una cantidad superior a ésta arrastra los nutrientes fuera del alcance de las raíces. El riego "poco y frecuente" fomenta la podredumbre del pie.


Hay que abonar también el suelo mediante un acolchado abun­dante con material orgánico una vez al año. Si se utiliza material con poco nitrógeno, como heno o paja, hay que añadir algún pro­ducto que lo contenga en mayor concentración, como es el caso de la harina de huesos o de semillas de algodón, para ayudar al mate­rial a pudrirse. Si se echa compost maduro no hay que añadir nada.


La poda es mínima en los naranjos. Vienen del vivero ya poda­dos con el "esqueleto" adecuado de cuatro o cinco ramas. Los bro­tes pequeños que salen por debajo de éstas en el tronco deben arrancarse a mano cuando son pequeños. Para dar nueva vida a ejemplares antiguos hay que podar las ramas viejas; se eligen para ello las del centro del árbol que no reciben demasiado sol. Hay que cortar las que estén dañadas por la helada, pero no hasta el verano siguiente. Es importante no estimular los árboles en exceso mediante la poda de demasiadas ramas. Las superiores crecen a veces tanto que dan sombra a las de abajo. Una poda no lo solu­ciona. En un grupo de varios árboles la solución estriba en quitar uno o dos de manera que llegue más luz a los demás.


Plagas y enfermedades:

Los numerosos insectos que atacan a los naranjos de los huertos inorgánicos rara vez se presentan en los que han sido abonados por medios orgánicos. En estos últimos las heteroderas, por ejemplo, no constituyen nunca un problema ya que sus predadores viven en los árboles no rociados con productos químicos.

Podredumbre del pie: Durante los largos periodos de tiempo húmedo los naranjos son sensibles a esta enfermedad que pudre la corteza cerca del nivel del suelo, y que en casos extremos llega a matar al árbol. Para evitarlo hay que observar unas pocas reglas muy sencillas: el acolchado debe mantenerse al menos a 30 cm del tronco; ese círculo debe quedar libre de hojas caídas y residuos: no debe regarse hacia el tronco y tampoco con demasiada frecuencia; debe quedar siempre libre de tierra la unión entre el tronco y las raíces.


Recolección y almacenamiento:


Una característica excelente de los naranjos es que se puede dejar el fruto en el árbol y recogerlo cuando se quiera. Las naranjas de piel tersa se arrancan retorciéndolas; las de piel suelta se cortan con un poco del pecíolo. Se las guarda refrigeradas a — 1 °C con una humedad del 80 al 90 por ciento, aunque es poco probable que resulte necesario hacerlo pues las naranjas tienen una temporada de recolección muy prolongada. Conviene recordar que una naranja verde no está por necesidad inmadura. Las que tienen todo su color se vuelven a veces verdes cuando el tiempo se torna calu­roso aunque su sabor sigue siendo el mismo.