martes, 24 de julio de 2007

Manzanas

Manzanas


Las manzanas son, con mucho, el cultivo más importante de frutos de pepita en los climas templados. Teniendo variedades tempranas, tardías y otras para guardar, no se carecerá de ellas durante todo el año. La escasez se produce en verano, pero es cuando hay abundancia de frutos de hueso y bayas.


Suelo y clima:

El manzano prefiere una tierra franca buena, profunda y bien drenada, aunque si es pesada se desarrolla también. No crece en gra­veras, suelos muy arenosos, arcillas compactas o tierras superficiales sobre subsuelos calcáreos. Si el terreno no es el adecuado, es siempre posible excavar un gran hoyo, donde se quiera plantar este frutal e incorporar algo de buena tierra procedente de otro lugar. Y, desde luego, toda clase de suelo, ya sea demasiado pesado o ligero, es susceptible de mejora, con abundancia de estiércol.

Los lugares en los que crecen melocotoneros, parras, higueras, albaricoqueros, cítricos y similares no son adecuados para los manzanos. Estos son árboles de climas frescos y requieren de un período de letargo invernal. No les importan los inviernos muy fríos (algunas variedades viven en Alaska) pero no toleran las hela­das tardías una vez iniciada la floración. Este tipo de heladas son las que se abaten sobre los campos en noches tranquilas y claras. Por esta razón hay que procurar no plantarlos en "bolsas de hela­da": esos lugares en los que queda atrapado aire frío después de descender de terrenos elevados. El fondo de los valles y las laderas de las colinas, en especial si tienen obstrucciones tales como un seto, son sitios que forman con gran frecuencia estas bolsas de aire helado. Si el terreno no es liso hay que plantar los manzanos en la parte alta de una colina o en cualquier elevación, en donde no se detenga el aire frío. Pero tampoco se los debe plantar en un lugar expuesto a los vientos.


Tratamiento del suelo:

Es muy conveniente una buena labranza del terreno, cava pro­funda e inversión de la tierra, antes de plantar los frutales. Después de hacerlo, lo mejor sería cultivar una o dos cosechas de plantas de abono verde para después incorporarlas al terreno, con auxilio del azadón, del arado o del motocultor. Si se tiene prisa, que es lo que me pasa a mí siempre, es suficiente con un buen laboreo. Mejora el drenaje y mata a las malas hierbas perennes. Después de la cava hay que apretar la tierra para lo cual se pasa un rodillo o se pisa encima. Se la deja a continuación durante dos semanas para que se asiente. Hay que comprobar con toda certeza si el terreno está bien drenado.


Cuando el terreno es pesado hay que actuar con prudencia. Si se excava un hoyo para el frutal y se llena con compost y excelente tierra franca sucede a veces que sólo se consigue crear una charca. El agua se sume en la tierra y llena el hoyo pero no puede seguir su camino a causa de la arcilla circundante, con lo cual al árbol le falta aire en sus raíces. Para resolver este problema se llenan los 30 cm del fondo del hoyo con piedras y se colocan tuberías de dre­naje que desagüen a un punto más bajo del terreno. Esta disposi­ción permite que el agua escape.


El suelo para los manzanos debe ser de reacción neutra, con un pH de 7 más o menos. Por tanto, si es ácido, hay que encalarlo, aunque con cuidado de no volverlo alcalino en exceso pues aunque los frutales de hueso necesitan cal abundante, los manzanos no.


Multiplicación:

La mayoría de las variedades de frutales no se obtienen a partir de semilla. Las semillas son el producto de la reproducción sexual y en cada una de ellas, por consiguiente, van aunadas las característi cas del padre y de la madre. Para establecer nuevas variedades, no obstante, sí que hay que obtenerlas a partir de semilla (de hecho no existe otro medio) pero una vez encontrada una que resulte ade­cuada, la única manera de reproducirla es por vía vegetativa en lugar de sexual. En otras palabras, hay que utilizar esqueje en lugar de semilla.


A menos que se tenga interés especial en la multiplicación de los frutales, lo mejor es adquirirlos en un vivero. La mayoría de los que se compran están formados por dos variedades distintas de la misma especie, unidas por injerto. Los especialistas seleccionan patrones con determinadas características de resistencia y vigor (para ellos vigor significa el tamaño del árbol cuando se ha desa­rrollado por completo) y seleccionan después otras variedades que muestren buenas características de producción de fruta, que injer­tan a continuación sobre las primeras.


Si se planta directamente en la tierra una pepita de camuesa se obtendrán, desde luego, manzanas de esa clase (si es que la pepita sobrevive), pero el árbol no poseerá la resistencia y vigor que resul­tarían de injertarlo sobre un patrón adecuado. Este último es el que decide el crecimiento del árbol. De este modo, si se usa una varie­dad enana como patrón se obtendrá un frutal enano, o sea, más pequeño de lo que crecería a partir de una semilla.


Existe una organización de reconocido prestigio en todo el mundo dedicada a la obtención de nuevos patrones, que es la East Mailing Research Station, en Kent, Inglaterra. Se cultivan allí miles de nuevas variedades de manzanos y perales, se las vigila y somete a cuidadosa evaluación de la que resultan unas pocas selecciona­das para la reproducción vegetativa. Así pues, en todo el mundo se cultivan manzanos y perales sobre patrones de Mailing.


La mayoría de los manzanos se cultivan en la actualidad sobre patrones enanos. Para distinguir los diversos tipos de éstos se los marca con la letra M (de Mailing) seguida de un número. El tipo más enano es el M19 que produce pequeños árboles de madura­ción temprana pero de frutos grandes, aunque crece sólo en tierras buenas. M26 y MM106 son buenos patrones semienanos y M25 es un patrón muy bueno para ejemplares grandes. M2 y Mili son buenos para el cultivo de árboles grandes sobre suelos pobres.


Es posible también plantar pepitas a fin de obtener uno mismo sus propios patrones y cortar "púas", que son ramillas fructíferas de la misma temporada y que suelen medir unos 45 cm de largo. Pueden unirse ambos mediante injerto. Esto es muy interesante si se dispone de espacio en el huerto y resulta asimismo una actividad muy provechosa.


Los manzanos de pie alto se plantan separados 5 m. Los árboles grandes se cultivan en bancal profundo de forma circular: las variedades enanas o esféricas crecen bien en un bancal profundo normal, separadas 1.8 m, con otras plantas cultivadas entre ellas y a los lados del bancal.


Cuidados durante el crecimiento:

Hay que mantener en todo tiempo un acolchado alrededor del árbol. Conviene tener en cuenta que esa cobertura desaparece con rapidez; las lombrices arrastran los materiales orgánicos dentro de la tierra, donde se descomponen y producen un gran beneficio. Hay que reponer el acolchado con tanta frecuencia como haga falta.


Durante los cuatro primeros años de la vida del árbol éste requiere que el terreno de su alrededor esté libre de hierbas; en el huerto esto significa todo el terreno entre los árboles. Lo que sí puede cultivarse son fresas pues no obstaculizan la nutrición de los frutales, aunque lo mejor para los ejemplares jóvenes es dejar la tie­rra labrada y libre de plantas durante todo el verano, para sembrar en otoño un cultivo invernal de abono verde. Lo ideal es una mez­cla de centeno y veza.


Poda:

La poda de los frutales es una ciencia por sí misma y la mejor manera de aprenderla es observar cómo lo hace un podador experi­mentado. En la página 100 se explican las técnicas básicas.


La ¡dea central de la poda consiste en dar forma al arbusto y controlar el número de ramas fructíferas para obtener buenos fru­tos en abundancia y no un exceso de ellos pero de inferior calidad. Existen dos formas principales de poda: la invernal y la estival. Son bastante diferentes y persiguen fines distintos.


La poda invernal, encaminada en esencia a dar forma al árbol, estimula el crecimiento vegetativo aunque en detrimento a veces de la fructificación: cuanto más se lo pode con mayor rapidez crece. Pero un árbol que gasta todas sus energías en crecer no da fruta. Por esa razón, una vez que el ejemplar ha alcanzado su tamaño definitivo (por lo general al cabo de unos cuatro años en los de tallo alto) hay que restringir esa poda invernal al mínimo. La poda esti­val, que consiste en una reducción de la vegetación de la tempo­rada, contribuye a evitar que el árbol crezca demasiado o a exce­siva velocidad, y estimula una fructificación más temprana.


Plagas y enfermedades:

La mayoría de los fruticultores comerciales combaten las plagas y las enfermedades con un constante rociado de insecticidas y fungi­cidas cada vez más mortíferos. Se envenena así a los parásitos pero también a sus predadores naturales. A medida que se inmunizan contra varios pesticidas hay que aplicar éstos en cantidades cada vez mayores: no es nada extraño pulverizarlos hasta veinticuatro veces en una misma temporada.


Mi opinión es que con un rociado de la solución invernal ade­cuada a finales del invierno, antes de que se abran las yemas, es más que suficiente. Pero aparte de esa pulverización hay que llevar a cabo otras operaciones.


Lo primero y más importante es la higiene. No deben dejarse en el suelo restos de poda, frutos podridos u otros residuos. Si no puede consumirse la fruta que cae, se echa en la pila de compost. Hay que quemar todos los restos de poda. Cuando caigan las hojas debe dejarse a las lombrices que se encarguen de enterrarlas, a menos que estén atacadas por el mildiu, en cuyo caso es necesario quemarlas. No deben dejarse los árboles enfermos o atacados por el cancro, hay que arrancarlos y quemarlos.


Si existen muchos bichos dañinos se coloca una tira ancha de papel o tela untada de grasa alrededor del tronco de cada árbol. Los insectos que suben por ellos se quedan pegados.


Si se tienen gallinas, conviene dejarlas sueltas por debajo de los frutales pues se comen gran cantidad de gusanos perjudiciales. A mediados del verano hay que examinar con cuidado los arbolitos jóvenes y arrancar cualquier fruto deforme o enfermo que se arro­jará al montón de compost.


Mal blanco: Si los árboles padecen de cualquier tipo de mal blanco que origina una pelusilla blancuzca sobre las hojas, hay que quemar éstas cuando caigan en otoño o incorporarlas a la parte cen­tral del montón de compost.


Gusano de las manzanas: Son polillas que depositan sus huevos en las flores y cuyas orugas acaban penetrando en los frutos. La solu­ción consiste en colocar papel ondulado o tela de saco vieja alrede­dor de los troncos y de las ramas principales a mediados del estío. Las orugas se refugiarán en ellos para dar la pupa, momento en que se las quema, en otoño. Antaño se solían encender fogatas en el huerto por el solsticio de estío para que las polillas volaran hacia las llamas.


Roña o moteado: Es un hongo que forma manchas pardas sobre la fruta. Siempre que sean de tamaño pequeño no tienen importancia. Un rociado invernal con fungicida y una cuidadosa higiene son los únicos remedios.


Hoplocampa del manzano: Las larvas amarillentas perforan túne­les en los frutos y los dejan a veces incomestibles en su totalidad. Esto sucede a finales del verano y las manzanas quedan cubiertas de cicatrices en forma de cinta. Se las atrapa en esta época en tarros de cristal tapados con gasa en la que se hacen agujeros de tamaño tal que no permita el paso de las abejas. Se llenan los tarros de agua mezclada con azúcar, miel, melaza o similar, y se cuelgan de las ramas por el lado soleado de los árboles.


Pulgón lanígero: Es una plaga que ataca a las manzanas y a las hojas causando sobre las mismas una pelusa parecida a la lana. Si se aplica alcohol metilado sobre esas manchas se matan las larvas. Otra posibilidad es cultivar alforfón al lado de los árboles, pues esto atrae a ciertas moscas que depositan sus huevos cerca de los Áfidos. Cuando nacen las larvas, se meten debajo de la "lana" y devoran a los pulgones.


Gorgojo del manzano: Deposita sus huevos en las flores. Esto hace con frecuencia que éstas se vuelvan de color pardo y se marchiten. Los gorgojos adultos devoran las hojas. Si se presenta esta plaga hay que colocar un mes antes las mismas trampas utilizadas para las polillas, pues capturan a ambos insectos.


Cancro: Ataca a los frutales principalmente en los climas húmedos. Se producen podredumbres en las ramas o los troncos. Hay que cortar las ramas afectadas y la parte dañada del tronco para dejar la madera limpia, y pintar luego las heridas.


Recolección y almacenamiento:

Hay que recoger las manzanas en verano o antes, y consumirlas o conservarlas con rapidez. Las tardías son las más indicadas para guardar.


No debe almacenarse fruta dañada, inmadura o pasada o aque­lla que carezca de pecíolo. La temperatura ideal para el almacena­miento es de 4°C. Las heladas son tan nocivas como los calores excesivos. La ventilación debe ser buena pero no demasiado fuerte; no hay que permitir corrientes de aire. Hay que evitar también los lugares muy secos; si parece que el aire se seca, conviene rociar agua por el suelo. Los recintos de paredes gruesas y suelo de pie­dra, tierra o ladrillo son mejores que los desvanes. Se colocan las manzanas en capas sencillas de modo que no se toquen entre sí o bien se envuelve cada fruto en papel de periódico o incluso en trapos untados de aceite. No deben guardarse junto con sustancias de olor intenso.


Un método nuevo de guardar tanto las manzanas como las peras es el de las bolsas de politeno, en cuyo caso no es necesario envolver cada manzana por separado.

sábado, 14 de julio de 2007

Melocotón y albaricoquero

Melocotón y albaricoquero


El melocotonero y el albaricoquero son muy similares y deben cultivarse del mismo modo; comparten las mismas plagas y enferme­dades. Hay infinidad de variedades de uno y otro que se diferencian por la lisura o color de la piel, la adherencia de la pulpa al hueso, etc. Son las pavías, griñones, duraznos, fresquillas; botánicamente son idénticos. En climas frescos sólo merece la pena cultivarlos si ya se tienen suficientes manzanos, perales y ciruelos. En cambio, en climas más cálidos pero no subtropicales se los puede considerar como frutales principales. Se cultivan también en inver­nadero.


Suelo y clima:

Los melocotoneros y albaricoqueros crecen en arena o en suelos muy arenosos o abundantes en grava, siempre que dispongan de humus en abundancia. Gustan de veranos muy calurosos e invier­nos bastante fríos. Lo ideal es que la temperatura invernal esté por debajo de los 4 "C durante algunas semanas para que gocen de un período de inactividad, aunque sin que llegue a hacer excesivo frío. Ambos han de estar en un lugar soleado y no se los debe cultivar en donde se formen bolsas de aire helado. Un sitio muy adecuado es una pendiente hacia un lago, un río o un estuario. En climas templados frescos, son de cultivo difícil al aire libre, aunque es posible tener éxito si se los despliega en abanico contra una pared orientada al sur. Sin embargo, si hay que tenerlos en lugar abierto es mejor una pendiente orientada al norte que al sur. Esto se debe a que de este modo no florecen temprano con lo cual se libran de las heladas tardías.

Tratamiento del suelo:

Hay que hacer una buena cava e incorporar humus abundante, aunque no demasiado rico en nitrógeno. El exceso de este elemento vuelve a los melocotoneros exuberantes y tiernos y, por lo tanto, más vulnerables a los daños de la helada. La turba y el mantillo son muy buenos. Lo ideal es un pH de 6 o algo más.


Multiplicación:

Los melocotoneros se plantan a comienzos de la primavera, excepto en climas muy suaves, ya que el tiempo frío les perjudica en su primer año. Debe elegirse una variedad de la que se sepa que es apta para la zona (para ello se pregunta en un vivero local) y se plantan del mismo modo que los manzanos. Se cultivan también en bancal profundo circular. Existe la posibili­dad de adquirirlos ya injertados o de preparar uno el propio injerto


Si se quiere un árbol pequeño, "St. Julien A" es un buen patrón; Brompton es el mejor para los ejemplares grandes. En la actualidad se están obteniendo variedades resistentes y especiales de melocotonero que no requieren injerto.


Cuidados durante el crecimiento:

La fruta sale sólo en la vegetación leñosa del año anterior, hecho que conviene recordar al podar. Al plantar un arbolito joven hay que recortarlo hasta unos 60 cm sobre el nivel del suelo exacta­mente por encima de una rama. A principios del verano se le hace otra poda intensa; se cortan todas las ramas hasta 25 cm del tronco (no a ras de éste). Las nuevas ramas se desarrollan durante el primer verano al lado de los muñones de las viejas. Se eliminan todas excepto tres que constituirán el "esqueleto" del árbol.


Lo que se persigue ahora es hacer que la más recta de las nuevas ramas ascienda en vertical y forme un tronco o, mejor aún, que las tres crezcan hacia arriba separadas entre sí formando un trípode invertido. Todas las podas subsiguientes, que deben hacerse cada año a principios del verano, deben mantener esta forma. Se elimi­nan los brotes dirigidos hacia el interior y se recortan todos los que hayan muerto en su ápice hasta lograr madera blanca sin manchas marrones en el medio. Hay que proteger todas las heridas con pin­tura.


En climas fríos, a los melocotoneros hay que aplicarles nitró­geno a principios de la primavera a razón de 28 g por cada año de crecimiento del árbol. Esta cantidad dosificada permite que el árbol crezca con vigor y fructifique en verano pero detenga su desarrollo antes de la llegada del invierno, cuando las heladas dañarían la nueva vegetación.


Los frutos deben aclararse hasta obtener uno cada 25 cm de rama. Lo mejor es hacerlo en dos fases: hacia mediados del verano se aclaran a 10 cm y unas cuatro semanas después, cuando los fru­tos sean del tamaño de una nuez, a 25 cm.


Plagas y enfermedades:

Rizado del melocotonero: Es una enfermedad muy común en Euro pa. Las hojas se rizan y se arrugan. Hay que rociar con caldo bórdeles a mediados del invierno y de nuevo un mes más tarde. Vuelve a rociarse en otoño antes de la caída de la hoja.

Manchas de las hojas: Es una enfermedad bacteriana que produce manchas pardas sobre las hojas y que llega a resultar grave.


Recolección y almacenamiento:


Cuando los melocotones se ponen amarillos y resultan algo blan­dos al apretarlos, es el momento de recogerlos. Girando un poco el fruto se lo desprende. Puede estar almacenado hasta una quincena en un sótano fresco; otros destinos son la congelación o el envasado. Los albaricoques se cogen y consumen cuando están blandos y maduros, o bien se arrancan un poco antes, cuando todavía están algo duros, y se los pone a secar. Para hacer esto se parte el fruto por la mitad y se retira el hueso. Se los deja después en bandejas al sol, con la cara de partición hacia arriba, hasta tres días.

viernes, 6 de julio de 2007

Membrillos

Membrillos


Los membrilleros están tan emparentados con los manzanos y los perales que estos últimos suelen injertarse sobre ellos ya que son resistentes y producen árboles pequeños. No se los cultiva tanto como se debiera; tienen un sabor delicado y muy especial, y la jalea preparada con ellos es una de las mejores experiencias gastro­nómicas del mundo.


Suelo y clima:

Crecen en cualquier suelo o clima en donde lo hagan los manzanos (véase Manzana) aunque son algo más delicados. Prefieren veranos cálidos e inviernos no demasiado fríos. El suelo pesado les va bien, pero ha de estar drenado.

Tratamiento del suelo:

Hay que hacer una cava profunda del terreno y, si no se tiene prisa, conviene cultivar y enterrar a continuación uno o dos cultivos de abono verde. El suelo debe dar reacción neutra, con un pH 7. Los membrilleros no toleran el exceso de nitrógeno pero necesitan fos­fato y potasio.


Multiplicación:

Si no se compran los plantones en un vivero, la mejor manera de conseguirlos es a partir de esquejes tomados de los renuevos que el árbol echa cada año. En otoño se cortan tiras de 23 cm de largo y se entierran en suelo arenoso hasta dos tercios de su longitud. Al cabo de un año se los lleva a su emplazamiento definitivo.


Cuidados durante el crecimiento:

Los membrilleros se podan dándoles cualquiera de las formas posi­bles o se los deja a su aire, en cuyo caso adoptan forma arbustiva, amplia y achaparrada. No son propensos al ataque de plagas ni enfermedades.


Recolección y almacenamiento


Los frutos se dejan en el árbol hasta que se producen las primeras heladas intensas. Con ellos se prepara jalea, o si no se tiene tiempo para hacerlo de inmediato se los guarda en ambiente húmedo y fresco por espacio de hasta tres meses.