domingo, 24 de junio de 2007

Arándanos

Arándanos


Los arándanos son los frutos idóneos para quien disponga de sue­los arenosos, ácidos y empapados situados en climas fríos. El nom­bre de arándano se usa a veces de modo erróneo como denomina­ción colectiva de varias especies de Ericáceas, la familia de los bre­zos, que incluye algunas como el arándano amargo. Todos estos frutos comestibles crecen en estado silvestre en los climas fríos de montaña en donde no prosperan más frutales. Sin embargo, sólo el arándano en sentido estricto puede cultivarse con éxito y de él existen diversas variedades mejoradas. Es un arbusto que tiene atracti­vas flores de color blanco o rosa y un brillante colorido otoñal en sus hojas. Alcanza una altura de hasta 4.5 m. Maduran con lenti­tud; al cabo de tres años lo más probable es que den solamente algunos pocos frutos y tardan hasta ocho años en dar una cosecha completa. Los arbustos maduros dan una producción elevada.

Suelo y clima:

Los arándanos silvestres crecen en suelos muy ácidos con un nivel freático elevado. Carecen de pelos radicales por lo que son incapa­ces de absorber la humedad de las partículas de tierra como hacen otras plantas. Necesitan por consiguiente que el agua llegue hasta sus raíces. Tampoco pueden absorber los nitratos y es necesario que el nitrógeno esté en forma de amoniaco. Esto significa que el suelo debe ser ácido, pues las bacterias formadoras de amoniaco no pueden vivir en otros suelos.


Lo ideal es plantarlos en un suelo ligeramente franco con humus abundante y algo de arena y con un pH que no supere el 5; un valor de 4.5 es idóneo. Requieren un clima frío con al menos 100 noches en las que la temperatura sea de 4 °C, aunque hay que plan­tarlos a pleno sol.


Tratamiento del suelo:

Los arándanos necesitan gran cantidad de material orgánico. No crecen en suelos de mineral puro por mucha cantidad de abono artificial que se añada. Si el pH es superior a 5 hay que disminuirlo mediante la adición de mantillo, serrín o turba algunos meses antes de iniciar la plantación.


Multiplicación:

Los arándanos no echan raíz con facilidad por lo que es mejor comprarlos en un vivero. Se plantan en primavera separados 1.8 m en hileras distanciadas 2.5 m, dentro de hoyos poco profundos lle­nos de una mezcla a partes iguales de tierra fértil y materia orgáni­ca. Después de plantar hay que acolchar abundantemente con serrín y cortar cada rama por la mitad. Los arándanos se obtienen asimismo por acodos. Hay que hacer una incisión en la parte inferior de cada rama antes de sujetarla al suelo para el acodo.


Cuidados durante el crecimiento:

Durante el primer año el suelo debe mantenerse constantemente húmedo debajo del acolchado. No debe dejarse que los arbustos den fruto alguno durante los cuatro primeros años. Deben arran­carse los ramilletes de ñores. A partir del quinto año deben cor­tarse todas las yemas fructificantes excepto una cada 7 cm. Hay que cortar asimismo algunas de las ramas principales con el fin de dejar una por cada año del árbol. Las pequeñas ramas laterales se cortan todos los veranos. Los arbustos no alcanzan toda su madu­rez hasta transcurridos diez o quince años y a partir de entonces su producción anual es de unos 17 l. Cuando crezcan nuevos brotes vigorosos por encima de la copa del arbusto hay que cortarlos a ras de suelo para estimular el desarrollo de los laterales. Hay que acolchar cada año con abundante material orgánico. No debe dejarse cerca cal ni arena de playa.


Plagas y enfermedades:

Orugas: Son la peor plaga de los arándanos. Forman tiendas de seda por encima de las hojas; hay que quitar los huevos durante el verano o eliminarlos junto con las orugas adultas en primavera.

Cancro: Causa heridas de color pardo rojizo sobre el tallo que matan a las yemas y, en casos graves, afectan a todo el tronco y destruyen la planta. Para evitarlo se cultivan los arándanos en un lugar aireado, se mantienen los arbustos despejados y abiertos mediante podas y se elimina de inmediato cualquier material en­fermo.


Recolección y almacenamiento:


Hay que dejar los frutos en la mata hasta que comiencen a ablan­darse, lo cual sucede al cabo de unos diez días de adquirir el color azul. Esto es cuando el contenido en azúcar es máximo y, por con­siguiente, el sabor más intenso y dulce. Si se recogen antes son bas­tante insípidos. Se las balancea ligeramente de modo que las bayas maduras se desprendan y las que no lo están, resistan. Se las con­gela o se las guarda en refrigerador.

sábado, 16 de junio de 2007

Higos

Higos


Los higos son un fruto mediterráneo de los que se dice que servían de alimento a los filósofos de la antigua Grecia. Sea o no verdad, vale la pena probarlos. Crecen también en climas mucho más fríos de lo que se piensa en general, siempre que dispongan de sol abun­dante y gran cantidad de agua.


Suelo y clima:

En los climas templados las higueras prosperan en el peor suelo de que se disponga siempre que esté bien drenado y a pleno sol. Cre­cen muy bien contra un muro orientado al sur y toleran la arcilla, el suelo rico en cal, arenoso o guijarroso.


Tratamiento del suelo:

Las higueras necesitan gran cantidad de humus por lo que con­viene mezclar la tierra con compost. Hay que darles también un poco de cal. En arcillas pesadas, graveras pobres o terrenos areno­sos no hay problemas; éste es el tipo de suelo que se encuentra en los países de donde esta especie es originaria. Pero en todos los demás suelos es conveniente confinar las raíces. Para hacerlo se cultivan los árboles en cajas de cemento o en cualquier otro reci­piente duro, enterrado en el terreno. Crecen también en barriles o en macetas grandes, tanto en interior como en un patio. Hay que facilitar el drenaje del recipiente.

Multiplicación:

Las higueras crecen a partir de renuevos, esquejes y acodos. Para multiplicarlas por esqueje se cortan de un árbol trozos de madera madura de unos 30 cm de longitud a finales del otoño. Se plantan entonces estos esquejes en una zanja poco profunda de buena tierra franca, de manera que formen un ángulo de 45° con el terreno. Por encima de la superficie hay que dejar sólo un punto de crecimiento.


Los esquejes se colocan separados a intervalos de 22 cm. Se los cubre durante el invierno con tierra suelta de modo que queden enterrados por completo. En primavera se quita esa capa de tierra y se dejan al descubierto, se los cubre con túneles y se riega cuando el suelo esté seco. No deben pasar sed. Cuando el tiempo se ha caldeado realmente se retiran los túneles, se acolcha bien y se riega hasta el otoño. Se los traslada entonces a su empla­zamiento definitivo, con cuidado de no dañar las raíces.


Si un ejemplar viejo echa renuevos se desentierra a finales del otoño manteniendo intactas las raíces y se plantan en su emplaza­miento definitivo. Otra posibilidad es acodar una rama baja contra el suelo y una vez enraizada trasplantarla.


Cuidados durante el crecimiento

Hay que cortar de vez en cuando ramas para mantener abierto el árbol si parece que se vuelve demasiado frondoso. A principios del verano de cada año se recorta 1 cm en todas las ramas principales para que no crezcan largas y delgadas.


Cuando comienzan a aumentar de tamaño los frutos, hay que regar copiosamente. 9-14 l diarios son suficientes si el tiempo es seco.


Plagas y enfermedades:

Podredumbre del algodón: Las higueras adquieren esta enfermedad si se las planta después de algodón. Es incurable; los árboles se marchitan y mueren.

Agriado: Si algún insecto portador de la enfermedad penetra por el extremo abierto del fruto éste se seca y adquiere sabor agrio. Hay que arrancar todo higo que esté arrugado o enfermo y tirarlo al montón de compost.


Recolección y almacenamiento:


Los higos se consumen directamente del árbol cuando están madu­ros. El que no pueda comerse de inmediato hay que secarlo. Esto se hace a pleno sol en bandejas o cajas de secado.